Como ya sabrás, soy malo para empezar una
conversación y como notarás también lo soy para iniciar una carta.
Hola, no sé si lograste enterarte, pero
las horas han corrido, la luna ha juntado muchas amigas y se le nota muy
contenta, creo que debido a su felicidad me acompaña con su brillo justo
ahora cuando has decidido retirar el tuyo.
Bueno, hoy; por azar, coincidencia,
condena, castigo, (sea cual sea el título que quisieras colocar), decidí
caminar cerca de tu antiguo hogar. Las mismas aceras agrietadas, casas añejas y
tipos que no daban buena espina y que provocaban un temblor en el bolsillo de
mi teléfono celular al momento de buscar en lo más profundo de mi lista que
lleva tu nombre.
Me conoces lo suficiente como para saber
que atesoro muy bien cada recuerdo que considero importante, ya sabes; abrazos,
besos, risas, tu cantar, tus sonrisas, mis suspiros, tus golpes, mis quejas,
nuestras peleas, nuestras reconciliaciones, tu escape de mí.
Decidí que quizá
era tiempo de adicionar el último capítulo de una historia con un falso final. Puede
que parezca patético hacerlo a estas alturas, pero era necesario redactar
un ADIÓS, ya que este
nunca se atrevió a aparecer cuando disparamos el mejor de nuestros arsenales en
una guerra el uno con el otro.
Como sé que no responderás esto, déjame
formularte preguntas y responderlas por ti, a ver que tanto he logrado conocerte:
-¿Cómo te encuentras?- Sé que bien, pues
sabes cuidarte sola.
-¿Es todo tal y como te lo imaginabas?-
No, porque es más de lo que soñabas
-¿Disfrutas de tu nueva vida?- Si, porque
haces lo que amas, tu vida siempre será a mil por hora
-¿Has logrado ilusionarte? -No, porque es
difícil hacerlo con amor que tienes a tu pasión (pero de seguro ya te has de
haber fijado en algún chico)
-¿Cómo describes hoy tu vida?- Levantarse,
comer, vivir, disfrutar y sentir arte, cada día de tu vida, simplemente fantástico
Espero estar en lo cierto pero ahora
quiero contarte un poco de cómo pasan los días en mí.
Fueron meses muy difíciles, volví al fondo
de la soledad que me había acogido gustosa hace un tiempo, me arrullaba de vez
en cuando hasta quedarme dormido, con el sueño latente de saber que decidiste
que te sobraba mi compañía y aún así dormido me desangraba a sangre fría. Era
casi imposible divisar algún salvavidas dentro del abismo que me dejaste.
Inicié una nueva vida, lejos de los
uniformes insoportables en días que el sol se encontraba en su odiado
resplandor, profesores con su opinión censurada y llamadas falsas de tu madre
para fugarte de clase. Parecía difícil pero en ese salón tan inmenso, encontré
personas que poco a poco me rescataban de una prisión que construí para mí,
ellos no lo saben pero lograron llenar mi mente de exposiciones, trabajos,
tardes de música y noches con el escritorio lleno de libros y tasas de café.
Muchos me han dicho que la Universidad consiguió quitarte protagonismo en mi mente,
pero la verdad es que solamente te ha posicionado en un momento distinto,
momentos como el de hoy, cuando andando solo, decidí que era necesario
recordarte al menos un día, porque aunque mi cabeza quiere echarte pero mi
corazón, no lo permite y siempre hará lo necesario para retener aunque sea lo
que en verdaderamente me pertenece; la paz, el amor, la pasión, la alegría, la
luz que solo tú has sabido otorgarme.
Quizá en la lágrima que cayó mientras
escribía esto, me haya librado del dolor al recordarte, pero lo más
seguro es que no, porque siempre querré que seas mi pasado y mi presente,
aunque ya no te tenga en un futuro sin tiempo.
Para retirarme solo quiero decirte que
pude ahorrarme todo esto, solamente resumiéndolo en dos palabras que guardan
mucho más que todo lo escrito, mucho más de lo que siento.
Te extraño.
Atte Max
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